El proceso que conduce a la presbicia comienza a... ¡los seis años! Perdemos neuronas desde el nacimiento y las capacidades cardíacas comienzan a bajar una vez cumplidas las veinte primaveras.
Este panorama poco alentador no Impide, según ciertos científicos, que el cuerpo humano pueda ser programado para funcionar durante 115 años, una cifra raramente alcanzada, aUn si en un siglo, gracias a los progresos de la ciencia y al mejoramiento de las condiciones de existencia, la esperanza de vida media de los occidentales ha aumentado notablemente, llegando a los 83 años para las mujeres y un poco menos para los hombres.
¿Por qué envejecemos? Esta pregunta agitó durante mucho tiempo los cerebros de los médicos así como los de los filósofos. En 1928 Pearl, por ejemplo, planteó una primera hipótesis: el organismo dispone desde el nacimiento de una cuota de energía a consumir. Casi como si tuviéramos una batería de duración determinada. Bastaría entonces economizar para vivir más tiempo: comer menos, exponerse más al frío que al calor...
El hecho es que, según explica el doctor Bernard Forette, director del centro Claude Bernard de gerontología del hospital Sain-te-Perrine, de París, una restricción de los aportes calóricos provoca un alargamiento de la duración de la vida en los roedores.
También es cierto que los mamíferos pequeños, que tienen un nivel de metabolismo elevado viven menos tiempo que las especies más grandes (caballo y vaca) que tienen un metabolismo más lento. De todos modos, estas constataciones no pueden ser aplicadas al hombre, por el momento.
Este panorama poco alentador no Impide, según ciertos científicos, que el cuerpo humano pueda ser programado para funcionar durante 115 años, una cifra raramente alcanzada, aUn si en un siglo, gracias a los progresos de la ciencia y al mejoramiento de las condiciones de existencia, la esperanza de vida media de los occidentales ha aumentado notablemente, llegando a los 83 años para las mujeres y un poco menos para los hombres.
¿Por qué envejecemos? Esta pregunta agitó durante mucho tiempo los cerebros de los médicos así como los de los filósofos. En 1928 Pearl, por ejemplo, planteó una primera hipótesis: el organismo dispone desde el nacimiento de una cuota de energía a consumir. Casi como si tuviéramos una batería de duración determinada. Bastaría entonces economizar para vivir más tiempo: comer menos, exponerse más al frío que al calor...
El hecho es que, según explica el doctor Bernard Forette, director del centro Claude Bernard de gerontología del hospital Sain-te-Perrine, de París, una restricción de los aportes calóricos provoca un alargamiento de la duración de la vida en los roedores.
También es cierto que los mamíferos pequeños, que tienen un nivel de metabolismo elevado viven menos tiempo que las especies más grandes (caballo y vaca) que tienen un metabolismo más lento. De todos modos, estas constataciones no pueden ser aplicadas al hombre, por el momento.