Nacida hace más de dos siglos, la hipnosis continúa hoy convocando porcentajes equivalentes de adhesión y desconfianza, ya que es un fenómeno complejo y en cierta medida desconocido. Porque produce resultados que parecen sobrenaturales, tiene su cuota de magia.
Porque domina la voluntad y la lleva a actuar en determinada dirección, es sugestiva. Porque el hipnotizador ejerce un poder de atracción que prepara a la mente para aceptar receptivamente inducciones, se trata de una técnica manipuladora y porque es un efectivo instrumento para vencer afecciones psicosomáticas y controlar los síntomas de enfermedades físicas, como por ejemplo el dolor, tiene pasaporte de ingreso en el exclusivo arsenal terapéutico de la ciencia.
Lo cierto es que, mediante el tránsito por ese estado intermedio entre la vigilia y el sueño usted puede vencer esa sensación que lo asfixia cada vez que entra en un ascensor cerrado o en un avión, reducir el dolor prácticamente a cero y soportar sin chistar una maniobra del traumatólogo o del mismísimo dentista.
En media hora también puede introducirse en el túnel del tiempo y empezar a chupetear como en los años del pañal y la mamadera. Pero lo más curioso es que para semejante trance, a veces ni siquiera es necesaria la presencia de un hipnotizador. La autohipnosis es tan posible como efectiva, siempre que se respeten ciertas indicaciones muy precisas (ver recuadro).
Porque domina la voluntad y la lleva a actuar en determinada dirección, es sugestiva. Porque el hipnotizador ejerce un poder de atracción que prepara a la mente para aceptar receptivamente inducciones, se trata de una técnica manipuladora y porque es un efectivo instrumento para vencer afecciones psicosomáticas y controlar los síntomas de enfermedades físicas, como por ejemplo el dolor, tiene pasaporte de ingreso en el exclusivo arsenal terapéutico de la ciencia.
Lo cierto es que, mediante el tránsito por ese estado intermedio entre la vigilia y el sueño usted puede vencer esa sensación que lo asfixia cada vez que entra en un ascensor cerrado o en un avión, reducir el dolor prácticamente a cero y soportar sin chistar una maniobra del traumatólogo o del mismísimo dentista.
En media hora también puede introducirse en el túnel del tiempo y empezar a chupetear como en los años del pañal y la mamadera. Pero lo más curioso es que para semejante trance, a veces ni siquiera es necesaria la presencia de un hipnotizador. La autohipnosis es tan posible como efectiva, siempre que se respeten ciertas indicaciones muy precisas (ver recuadro).