Nuestra temperatura corporal aumenta y corremos el riesgo de deshidratarnos si las actividades físicas nos agotan.
Cuando esto sucede, como una reacción casi automática, comenzamos a transpirar, y ésta es la forma natural más eficiente para enfriar el cuerpo. Inmediatamente después de iniciado este proceso, se produce la pérdida de líquidos y otros elementos indispensables para el correcto funcionamiento de nuestro organismo, que deben ser repuestos lo antes posible.
La simple pérdida de líquidos puede afectar nuestras funciones fisiológicas, mucho más de lo imaginado. Si tomamos como ejemplo a un hombre común, de unos 70 kg de peso y dispuesto a llevar a cabo una actividad física durante una hora, tendremos que al cabo de esa gestión habrá perdido 1.200 gramos en líquidos.
Es decir, algo más del 1 por ciento de su peso corporal.
