Un Tratamiento para evitar los calambres
La actividad sedentaria puede facilitar la aparición de calambres, pues en las personas de estas características de vida se produce un acortamiento muscular, es decir que en ellas los extremos de los
músculos están más cercanos entre sí que en las que realizan una actividad constante. Y ante un esfuerzo no habitual, lógicamente, puede surgir de pronto la contractura.
El tratamiento más aconsejable para aliviar un calambre en el momento en que aparece es producir suave y progresivamente el estiramiento del músculo afectado para alejar así los puntos de inserción de ese músculo. En los casos más graves se puede complementar esa acción con masajes, aplicando calor local, para lo cual se puede acudir desde el secador de pelo doméstico hasta las conocidas almohadillas eléctricas o el ultrasonido. Si el dolor se tornara intolerable, se puede llegar a recetar relajantes musculares.
En primer lugar es esencial una alimentación rica en minerales. Además se buscará una buena entrada en calor que, al permitir una mayor irrigación sanguínea, favorece la resistencia muscular. Hay que hacer elongaciones que no lleguen al ciento por ciento e ir llevando la actividad física en forma progresiva. El médico deportólogo suele aconsejar tratamientos que consisten en planes de ejercicios que aumenten la flexibilidad de los músculos.
Otra recomendación básica es regular adecuadamente los períodos de descanso entre una y otra actividad cuando se practica periódicamente algún deporte, sobre todo aquellos en los que se requiere saltar o que exigen mucha velocidad en los desplazamientos.
Teniendo muy en cuenta todas esas circunstancias, las personas que realizan actividades que implican grandes esfuerzos físicos, pero también las que llevan una vida sedentaria, podrán reducir al mínimo la ocurrencia de estas desagradables contracturas. Porque las causas de la aparición de calambres son el sobreuso del trabajo muscular, sobre todo para quienes realizan una actividad que sobrepasa en exigencias su práctica habitual.
La actividad sedentaria puede facilitar la aparición de calambres, pues en las personas de estas características de vida se produce un acortamiento muscular, es decir que en ellas los extremos de los
músculos están más cercanos entre sí que en las que realizan una actividad constante. Y ante un esfuerzo no habitual, lógicamente, puede surgir de pronto la contractura.
El tratamiento más aconsejable para aliviar un calambre en el momento en que aparece es producir suave y progresivamente el estiramiento del músculo afectado para alejar así los puntos de inserción de ese músculo. En los casos más graves se puede complementar esa acción con masajes, aplicando calor local, para lo cual se puede acudir desde el secador de pelo doméstico hasta las conocidas almohadillas eléctricas o el ultrasonido. Si el dolor se tornara intolerable, se puede llegar a recetar relajantes musculares.
En primer lugar es esencial una alimentación rica en minerales. Además se buscará una buena entrada en calor que, al permitir una mayor irrigación sanguínea, favorece la resistencia muscular. Hay que hacer elongaciones que no lleguen al ciento por ciento e ir llevando la actividad física en forma progresiva. El médico deportólogo suele aconsejar tratamientos que consisten en planes de ejercicios que aumenten la flexibilidad de los músculos.
Otra recomendación básica es regular adecuadamente los períodos de descanso entre una y otra actividad cuando se practica periódicamente algún deporte, sobre todo aquellos en los que se requiere saltar o que exigen mucha velocidad en los desplazamientos.
Teniendo muy en cuenta todas esas circunstancias, las personas que realizan actividades que implican grandes esfuerzos físicos, pero también las que llevan una vida sedentaria, podrán reducir al mínimo la ocurrencia de estas desagradables contracturas. Porque las causas de la aparición de calambres son el sobreuso del trabajo muscular, sobre todo para quienes realizan una actividad que sobrepasa en exigencias su práctica habitual.
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