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lunes, 28 de febrero de 2011

Salud Mental - las manías y el factor miedo


Hay quienes son obsesivos por la limpieza. Otros no pueden irse a dormir si no preparan la ropa para el día siguiente. Pequeñas manías que vamos acumulando a lo largo de la vida y que, de alguna manera, la mantienen con cierto orden. ¿Son inofensivas o pueden perjudicar la convivencia? Sepa reconocer la diferencia y aprenda a verles el lado positivo.

Todos tenemos nuestros hábitos y seguramente también alguna manía inocente. A diario, casi sin notarlo, cumplimos determinados ritos inofensivos que nos ayudan a que la vida se vuelva más confortable. Es que en el fondo somos animales de costumbres. Sin embargo, cuando las manías y rituales se hacen cada vez más necesarios e impostergables, las cosas cambian.

En ocasiones pueden terminar por apoderarse del mecanismo del pensamiento de un individuo obligándolo a tener comportamientos forzados y repetitivos al punto de volverle la vida penosa y hasta de causarle problemas físicos. Para encarar el problema desde todos los ángulos y ayudarnos a comprender mejor qué puede estar sucediéndonos cuando nos angustiamos tanto porque algún imprevisto altera nuestro orden, consultamos a la psicoanalista licenciada Mirta Stescovich.

Hay que considerar el asunto desde tres niveles, nos aclara. Por un lado están esas pequeñas manías casi secretas que todos tenemos, luego podemos encontrarnos frente a la neurosis obsesiva y finalmente llegar a una patología mucho más grave, aunque menos frecuente, como es la psicosis. Para entender un poco más veamos antes algunos casos.

EL GERMEN DEL MIEDO
Ana, 40 años, esposa y madre de dos hijos, se levanta casi todos los días temprano, hace sus compras en el supermercado, tarea que hace un tiempo era para ella algo agradable, pero que hoy representa un riesgo gravísimo. Todo parece ir bien, pero en el momento de pagar, la cajera u un otro cliente cercano a ella en la cola, estornuda y se suena la nariz: eso basta para arruinarle todo su día. Sus ropas seguramente quedaron contaminadas.

Al llegar a su casa, lo primero que hace es dejar la bolsa en la mesa de la cocina, e inmediatamente cae presa de un pensamiento que invade su mente: también ella está contaminada, y a través de sus manos podría difundir el contagio a toda la familia.

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