Ninguna operación puede restaurar la visión de aquellas personas que sufren de retinitis pigmentosa, una enfermedad hereditaria que progresivamente destruye a los fotorreceptores -las células que perciben la luz tras la retina-, o de cualquier otra patología semejante, pero desde hace poco más de un año se abrió una gran esperanza para los ciegos.
Científicos del Centro Ocular de la Universidad Duke, en Durham, Carolina del Norte, experimentaron en dos pacientes las cualidades de una fina sonda que, insertada en el ojo a través de una cánula de metal y estimulada por una señal eléctrica, transmitiría información al sistema nervioso en forma de imágenes. El aparato, un prodigio de electrónica miniaturizada, contenía dos delgados alambres, cada uno del grosor de un cabello, y una fibra óptica.
Increíblemente emparentadas con la literatura fantástica, las investigaciones llevadas a cabo fueron los primeros intentos de un proyecto que pretende colocar un pequeño aparato electrónico en el ojo de una persona para devolverle la capacidad de ver.
El grado o nitidez de visión que se logrará sigue siendo incierto, teniendo en cuenta que los dispositivos podrían proveer sólo un sentido de la luz y la oscuridad, pero en la teoría esta sonda produciría una percepción de calidad y sería muy útil para las personas que padecen ceguera por carecer de fotorreceptores funcionales.
Ambicioso como pocos, este programa comenzó alrededor de cinco años atrás, cuando dos científicos se preguntaron sobre los sistemas de visión artificial y si podrían utilizarse sensores de luz en ellos. Pronto elaboraron un plan para probar la posibilidad de ayudar a los no videntes implantando quirúrgicamente en sus ojos una membrana electrónica.
Los fotorreceptores humanos se localizan en la parte posterior de la retina, por donde pasa todo lo que vemos, y la información retrocede después hacia el frente del fino recubrimiento ocular a través de una red de células, las últimas de las cuales son las ganglionares. Más o menos un millón de estas celdillas lleva las señales visuales al cerebro.
Los científicos creyeron que sería posible eliminar la necesidad de tener fotorreceptores en la retina, estimulando las células ganglionares, y por medio de la sonda le proveyeron a éstas una corriente, generando la luminosidad que vieron todos los pacientes tratados.
Científicos del Centro Ocular de la Universidad Duke, en Durham, Carolina del Norte, experimentaron en dos pacientes las cualidades de una fina sonda que, insertada en el ojo a través de una cánula de metal y estimulada por una señal eléctrica, transmitiría información al sistema nervioso en forma de imágenes. El aparato, un prodigio de electrónica miniaturizada, contenía dos delgados alambres, cada uno del grosor de un cabello, y una fibra óptica.
Increíblemente emparentadas con la literatura fantástica, las investigaciones llevadas a cabo fueron los primeros intentos de un proyecto que pretende colocar un pequeño aparato electrónico en el ojo de una persona para devolverle la capacidad de ver.
El grado o nitidez de visión que se logrará sigue siendo incierto, teniendo en cuenta que los dispositivos podrían proveer sólo un sentido de la luz y la oscuridad, pero en la teoría esta sonda produciría una percepción de calidad y sería muy útil para las personas que padecen ceguera por carecer de fotorreceptores funcionales.
Ambicioso como pocos, este programa comenzó alrededor de cinco años atrás, cuando dos científicos se preguntaron sobre los sistemas de visión artificial y si podrían utilizarse sensores de luz en ellos. Pronto elaboraron un plan para probar la posibilidad de ayudar a los no videntes implantando quirúrgicamente en sus ojos una membrana electrónica.
Los fotorreceptores humanos se localizan en la parte posterior de la retina, por donde pasa todo lo que vemos, y la información retrocede después hacia el frente del fino recubrimiento ocular a través de una red de células, las últimas de las cuales son las ganglionares. Más o menos un millón de estas celdillas lleva las señales visuales al cerebro.
Los científicos creyeron que sería posible eliminar la necesidad de tener fotorreceptores en la retina, estimulando las células ganglionares, y por medio de la sonda le proveyeron a éstas una corriente, generando la luminosidad que vieron todos los pacientes tratados.
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