ANTE TODO: SABER NUTRIRSE BIEN
La desnutrición es seguramente una de las primeras causas de los déficits inmunitarios. Los más grandes estragos de una epidemia se constatan entre la poblaciones de los países de hambre permanente.
Las guerras y los éxodos siempre se acompañaron con un aumento de infecciones y otras enfermedades. Después de shocks accidentales, de intervenciones quirúrgicas o de restricciones voluntarias, generalmente, para adelgazar, el organismo se vuelve más permeable al desarrollo de gérmenes microbianos por un déficit inmunitario pasajero.
Asimismo, ciertas enfermedades crónicas como la diabetes o la gastritis, impiden una buena asimilación de los alimentos, por lo que nuestro aparato inmunitario no se renueva . Este último también puede verse amenazado por las ingestiones demasiado frecuentes de medicamentos, principalmente los utilizados en caso de asma o de otros tipos de alergia.
Todos los anticuerpos están constituidos por aminoácidos en cadena. Por lo tanto para asegurar su formación y su renovación, es importante que los alimentos sean ricos en proteínas, las únicas fuentes de aminoácidos. En animales se comprobó que un desequilibrio de aportes en aminoácidos esenciales reduce la producción de anticuerpos.
Sin embargo no se conocen aminoácidos especializados únicamente en esta producción. Todos parecen ser igualmente necesarios. En base a toda esta información, pueden obtenerse algunas conclusiones:
- Debe ponerse un poco más de atención en la elección de nuestras comidas diarias. Es importante variar los alimentos proteínicos: carnes rojas, aves y sobre todo pescados.
- Los huevos deben estar presentes en toda alimentación antifrío, a razón de por lo menos 2 ó 3 veces por semana.
- Los aportes en proteínas de las legumbres secas y de los cereales tampoco deben dejarse de lado. Por supuesto, las verduras de hojas verdes y las frutas en abundancia deben completar la mesa de cada día.
- Un alimento clave: el repollo. Se lo recomienda especialmente por su alto contenido en azufre. Este mineral es un precioso vehículo desinfectante para las mucosas nasales. Consúmalo preferentemente crudo.
La desnutrición es seguramente una de las primeras causas de los déficits inmunitarios. Los más grandes estragos de una epidemia se constatan entre la poblaciones de los países de hambre permanente.
Las guerras y los éxodos siempre se acompañaron con un aumento de infecciones y otras enfermedades. Después de shocks accidentales, de intervenciones quirúrgicas o de restricciones voluntarias, generalmente, para adelgazar, el organismo se vuelve más permeable al desarrollo de gérmenes microbianos por un déficit inmunitario pasajero.
Asimismo, ciertas enfermedades crónicas como la diabetes o la gastritis, impiden una buena asimilación de los alimentos, por lo que nuestro aparato inmunitario no se renueva . Este último también puede verse amenazado por las ingestiones demasiado frecuentes de medicamentos, principalmente los utilizados en caso de asma o de otros tipos de alergia.
Todos los anticuerpos están constituidos por aminoácidos en cadena. Por lo tanto para asegurar su formación y su renovación, es importante que los alimentos sean ricos en proteínas, las únicas fuentes de aminoácidos. En animales se comprobó que un desequilibrio de aportes en aminoácidos esenciales reduce la producción de anticuerpos.
Sin embargo no se conocen aminoácidos especializados únicamente en esta producción. Todos parecen ser igualmente necesarios. En base a toda esta información, pueden obtenerse algunas conclusiones:
- Debe ponerse un poco más de atención en la elección de nuestras comidas diarias. Es importante variar los alimentos proteínicos: carnes rojas, aves y sobre todo pescados.
- Los huevos deben estar presentes en toda alimentación antifrío, a razón de por lo menos 2 ó 3 veces por semana.
- Los aportes en proteínas de las legumbres secas y de los cereales tampoco deben dejarse de lado. Por supuesto, las verduras de hojas verdes y las frutas en abundancia deben completar la mesa de cada día.
- Un alimento clave: el repollo. Se lo recomienda especialmente por su alto contenido en azufre. Este mineral es un precioso vehículo desinfectante para las mucosas nasales. Consúmalo preferentemente crudo.
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