La
dieta afecta los niveles de energía y la grasa juega un papel particular. "La grasa nos hace grasos", dice el cardiólogo James Rippe, director de un centro de investigaciones clínicas en Massachus-setts. Sintió alguna vez qué rápido se cansa cargando una bolsa de 7 kilos de artículos de almacén? Andar cargando 7 kilos extras de grasa tiene el mismo efecto. La Asociación Cardiológica Americana recomienda la reducción del consumo de grasas a no más de 30% de su ingesta calórica.
Rippe sugiere 23% y Ornish baja aún más el porcentaje, recomendando una
dieta vegetariana alta en fibras y carbohidratos complejos, y con no más del 10% de grasa. Uno puede, por supuesto, obtener una oleada de energía del azúcar y de la cafeína. Pero cuando se evapora el efecto inmediato, se da cuenta que pidió prestada esa energía a uno mismo. "Primero viene la suba, luego la estrepitosa caída", dice Ornish. Sorprendentemente, acortar las horas de sueño para aprovechar más las horas de vigilia también puede impulsar los niveles de energía.
Durante la última parte del sueño normal nocturno hay un incremento del movimiento rápido de los ojos, o sueño
REM. Esta es la etapa del sueño durante la cual, según las teorías, quemamos exceso de "envión generalizado", como se llama en la jerga psicológica a la energía básica que nos impulsa. Cuando acortamos el sueño REM madrugando, siempre según la teoría, esta energía se acumula. "Hemos visto que cuando privamos a animales de laboratorio del
sueño REM, se vuelven más activos, más alertas, más agresivos, menos miedosos de su ambiente y más inclinados a acercarse y explorar cosas nuevas", sostiene el psicólogo Robert Hicks de la Universidad Estatal de San José, California.
Los humanos experimentan los mismos efectos. "Cuando la gente acorta sus horas de sueño, lo primero que notan es que tienen más energía y pueden ser menos temerosos y más agresivos en la forma en que encaran su trabajo. Pero hay un inconveniente. Al realizarles tests de habilidad para resolver problemas, la gente que duerme normalmente de seis a menos horas por noche, a menudo falla. Tienden a ser más reactivos que pensantes, a actuar rápida y decididamente dentro del ámbito de lo conocido por ellos. Pero cuando un problema excede los límites de lo conocido son más ineptos para encararlos", asegura el Doctor Hicks. ¿Qué pasa con la gente que dice necesitar nada más que 4 horas de sueño por noche? "La mayoría de los insomnes hacen varias siesútas por día. Acumulan sueño de otras formas", dice.
¿Qué sucede con el ejercicio? Aquí la paradoja es que uno puede conseguir energía gastando energía. Como los ejercicios nos vuelven más eficientes en el consumo de oxígeno, consumimos menos aire al realizar otras actividades. "Es como agrandar el tamaño del motor", dice Rippe. "Si un motor es capaz de hacer 150 kilómetros por hora, cuando uno va a 25 está usando menos de su capacidad".
Además, la gente que hace ejercicios tiende a cargar menos peso y, por consiguiente, a gastar menos energía cargándola. Lo más importante es que la actividad física regular preserva la masa del músculo magro y vigoriza y reduce el estrés. "Una de las razones principales por las cuales la gimnasia es tan energizante es que nos hace sentir calmos y en paz", aclara Rippe.
Todo lo que dijimos no 1 es nuevo, ¿no es cierto? ¿Entonces por qué en una investigación hecha a hombres y mujeres de 40 años en adelante se encontró que, ¿,c aunque todos pensaban que la gimnasia era importante, el 41% de las mujeres y el 33% de los hombres no se ejercitaban para nada?
Rippe piensa que el problema radica en que mucha gente cree, equivocadamente, que el ejercicio es un castigo o que deben ejercitarse vigorosamente por lo menos 30 minutos para obtener algún beneficio para la salud. De hecho, dice, se puede obtener significativo provecho simplemente con incorporar un total de 30 minutos de actividad moderada dentro de la rutina diaria, tal como una caminata animada, jardinería o subir escaleras. "Esta es una carrera ganada por la tortuga, no por la liebre", puntualiza Rippe.